Hubo un momento en que Rick Rubin parecía que era el salvador de la industria discográfica. Hasta tal punto que Warner lo quería hacer vicepresidente de la compañía. Pero, al final, tras un acuerdo y la compra de su propio sello, Rubin decidió darle su corazón a los japoneses de Sony. Se dice que por tres cifras, en millones.
Rubin tuvo la inteligencia de mirar hacia Europa, hacia Londres y apostar por las nuevas promesas, aunque fueran americanas exiliadas en el Reino Unido. Eso pretendía ser aún mejor.
El primer fichaje. Muy caro, que además, no le ha salido muy bien, fue Gossip, con la maravillosa Beth Ditto. El grupo no ha alcanzado el nivel de ventas que se pretendía. No había que ser muy listo para saber que esa especie de Yazoo del siglo XXI era difícil que pudiera funcionar en los Estados Unidos de la era del Tea Party.
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